En el marco del aniversario del inicio del movimiento independentista en México, hoy, 16 de septiembre, en «El Juez y la Sociedad», hablé sobre mujeres insurgentes que poco o nada conocemos de ellas, pero que mucho aportaron para lograr el México independiente que tanto se anhelaba y del que hoy gozamos. A ellas, como a muchas otras mujeres y hombres, debemos el tener una nación que se gobierna a sí misma en la que se reconoce la igualdad en Derechos.
Es por demás conocida la aportación que hizo María Josefa Crescencia y Ortiz Téllez Girón, mejor conocida como Josefa Ortiz de Domínguez, La Corregidora, -por el cargo de su esposo-, por ello, no me detendré a hablar de esta valiente mujer, sin dejar de reconocer toda su labor al movimiento insurgente.
Debemos recordar que el clima de la primera década del siglo XIX, estaba marcada por la diferencia entre castas: los peninsulares, que eran los Españoles de la península ibérica que llegan a colonizar México, y por ende, eran los amos y dueños de cosas y hasta de los indígenas, que son los nativos de nuestra nación. También estaban los criollos, que eran los nacidos en México pero hijos de Españoles. Los peninsulares abusaban tanto de indígenas (generalmente con la condición de esclavos) como de los mismos criollos, y estos últimos estaban convencidos de que debían ser independientes de los españoles y que México era una nación que podría gobernarse a sí misma, así que desde 1808, se inician reuniones clandestinas a manera de tertulias, en las que conspiraban cómo lograr su tan anhelada independencia, identificándose tres polos importantes de reunión: Querétaro, San Miguel el Grande y Valladolid. El movimiento se planeó para diciembre de 1810, que tuvo que adelantarse al 16 de septiembre del mismo año, en razón de que Miguel Domínguez, Corregidor de Querétaro, apresa a su esposa, para evitar que dé aviso a Miguel Hidalgo de que la conspiración había sido descubierta. En el plano procesal, se aplicaba el sistema de la santa inquisición.
En este marco, había mujeres de la élite, cultas y adineradas, que organizaban las tertulias, aportaban recursos y principalmente ideas para el movimiento de independencia. Una de estas mujeres es Mariana Rodríguez del Toro (de Lazarín y Lazo de la Vega, por los apellidos del esposo), quien había convencido al virrey Iturrigaray de encabezar un gobierno autónomo en México, movimiento que fue descubierto y originó el cambio de Virrey. Eso no desanimó a Mariana Rodríguez y ella y su esposo continuaron con las reuniones, tuvieron comunicación con los personajes de la conjura de Valladolid, que más adelante también fue desarticulado. Posteriormente con el movimiento del Bajío entablaron conversación con Ignacio Allende, apoyándolos con armas y dinero. Este movimiento también fue descubierto pero adelantó el inicio de los insurgentes el 16 de septiembre, con lo que se generó una comunicación importante de México hacia el bajío y viceversa. Cuando tienen conocimiento de que el ejército insurgente había sido derrotado por los realistas y a la postre la detención de Miguel Hidalgo, los reunidos en la casa de Mariana Rodríguez dieron todo por perdido, pero Mariana Rodríguez, con voz fuerte, hace una arenga y les dice: «¿Qué es esto señores. Ya no hay hombres en América? Sería una vergüenza que porque ha faltado Hidalgo, no haya otros americanos que lo sigan y continúen su grande obra». Y propone secuestrar al virrey, llevarlo ante la suprema junta para que López Rayón proclame la independencia, lo que fue descubierto porque uno de los hombres que participarían en tal acto, confesó su pecado y el sacerdote no guardó secreto de confesión, por ello, Mariana Rodríguez es descubierta, aprisionada durante 9 años, sin que una sola palabra dijera sobre los integrantes del movimiento insurgente. Es liberada en diciembre de 1820 y por los padecimientos sufridos en prisión, en enero de 1821 fallece. Su nombre está inscrito con letras de oro en el Congreso de la Unión.
Otra gran mujer que coincidió con Mariana Rodríguez, es sin duda, Leona Vicario (María de la Soledad Leona Camila Vicario Fernández de San Salvador). Cultivada en filosofía, literatura, ciencia e idiomas, siempre fue partidaria de la autonomía de la Nueva España. Construyó una red de correspondencia cifrada cuyos nombres clave los tomó de sus lecturas favoritas. Esa red llegó a comunicarse con José Ma. Morelos y Pavón. Además de ser el centro de los correos clandestinos, financió la causa al vender sus propiedades y conseguir otros recursos. El tribunal de la inquisición detuvo a uno de los mensajeros que la delató y tuvo que huir de noche, fue entregada a los jueces de la inquisición quienes la interrogaron, pero no lograron que delatará al resto del grupo, lo que sí hicieron, fue confiscar todos sus bienes y un mes después de estar incomunicada, fue liberada por propios compañeros insurgentes. Se casó con Andrés Quinta Roo, abogado y político, ambos siempre perseguidos durante varios años. Una de las arbitrarias detenciones de su esposo, generó que por primera ocasión una mujer escribiera una carta en la que defendió su derecho a pensar por sí misma, ante el escarnio de que fue objeto al defender a su esposo.
Murió en enero de 1942. Santa Anna ordenó funerales de Estado y la nombró Madre Benemérita de la Patria. A partir de 1910, sus restos están en la columna de la Independencia y su nombre está escrito con letras de oro en el Congreso de la Unión.
Gertrudis Bocanegra (de Lazo de la Vega, por los apellidos de su esposo), fue una bella y elegante mujer, que participa en la conjura de Valladolid, bajo la ideología liberal de los pensadores de la ilustración que conoció gracias a sus obras a través de un sacerdote. Vivió las injusticias de los peninsulares contra los habitantes de Pátzcuaro y cómo los gachupines hacían el feo a su madre y familia de su esposo por haber nacido en la Nueva España. A su padre se le prohibía vender sus productos, para mejor vender los traídos de España. También vio cómo las personas perdían sus bienes, ante la misiva de pagar de inmediato los adeudos contraídos con la iglesia o de lo contrario, les confiscarían sus bienes.
Convenció a su esposo de dejar el ejército realista, bajo el argumento de que no podía estar en contra de sus propios hermanos. Su esposo e hijo, se enfilan en el ejército insurgente, tuvieron glorias, pero al final, ambos mueren en defensa de la independencia, lo que la lleva a formar parte activa de dicho ejército. En 1817, es acusada de sedición y hecha presa; interrogada en el calabozo, le pedían elaborar una lista con los nombres de los insurgentes, bajo amenaza de muerte, pero ella, ni una sola palabra dijo. Ante su silencio, el comandante Barragán la condena a muerte que se ejecuta con todo el ceremonial de la inquisición: en la plaza pública, frente a la gente, una vez leída la sentencia para que sirva de ejemplo a los demás, y a la voz de fusilamiento, Gertrudis caía muerta.
Hay muchas mujeres más, como Antonia Nava, mujer de excelente puntería que al lado de su esposo, participa activamente en el ejército y cuando su esposo muere, ofrece a sus cuatro hijos para la lucha insurgente, sin que su nombre sea venerado o recordado, a pesar de todo lo que dio a la lucha independentista, tanto bienes, como a su propia familia. O las mujeres de Miahuatlán, que el 2 de octubre de 1811, tomaron el cuartel de los realistas. O Carmen Camacho, cuya aportación es muy diferente a la de las mujeres ya citadas, pues Carmen, utiliza sus encantos femeninos para seducir a soldados para persuadirlos de dejar el movimiento realista y unirse a los insurgentes. Al final fue condenada a muerte y antes de la orden de fusilamiento gritó: «Que vivan los insurgentes» «Que viva la causa de la libertad».
Les recomiendo la lectura de los libros “Adictas a las Insurgencia”, de Celia del Palacio, y “Mujeres por la Independencia”, de Sebastián Alaniz para profundizar en el tema.
El común denominador de estas mujeres y otras más, es el amor a la patria, el deseo natural de la libertad. Cuando Hidalgo inicia el movimiento de independencia, emite dos bandos en Guadalajara. El primero, el 5 de diciembre de 1810, en el que proclamó la devolución de las tierras a los indígenas, y el segundo, del día 6, en el que ordenó la abolición de la esclavitud y suprimió los tributos impuestos a las castas y a los indígenas. Son los principios fundamentales de libertad, igualdad ante la ley y justicia.
Veneremos a nuestro México, no sólo el 16 de septiembre sino todos los días: la lucha por nuestra Nación es continua y si bien, hoy no tenemos guerra, cada día con nuestras acciones, con el empeño en nuestro trabajo, evitando la flojera, la mediocridad, la corrupción, estaremos contribuyendo a tener una gran Nación.
Los espero en la próxima emisión de “El Juez y la Sociedad” por www.artemeradio.com
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