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Para concluir la semana, y por la conmemoración del Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto, recomiendo visitar el MYT: Museo Memoria y Tolerancia, en el Distrito Federal.

Cuando visito un museo, además de admirar lo que en él se exhibe, disfruto de apreciar su diseño, ingeniería y creatividad para exponer las obras. El MYT cumple con estándares exigentes de exposición y diseño que de inmediato te atrapa y envuelve en su contenido y que está a la altura de algunos que he tenido oportunidad de visitar en otros lugares.

La primera parte del MYT está dedicada al tema de la “Memoria”; muestra imágenes, fotografías, documentos, videos, testimonios y documentales sobre lo que ha significado la peor de las desgracias contra la humanidad: el exterminio de personas por sus condiciones y en “razón de las políticas” de gobiernos tiranos, autoritarios o de extrema derecha.

Obviamente, gran contenido se refiere a los campos de concentración y el exterminio hacia personas que por razón de su religión, creencia, estado de salud o preferencia sexual, tenían que formar parte de la Solución Final. Son imágenes que generan indescriptibles sensaciones.

Pero además de mostrar el horror del Holocausto, hay salas destinadas a otros horrores, como las masacres de Ruanda, de la ex-Yugoslavia, Darfur y otras más, hasta llegar a una sala dedicada a la Corte Penal Internacional en la que se exhiben casos de crímenes contra la humanidad de los que ha conocido dicho tribunal.

Posteriormente están las salas dedicadas a la “Tolerancia”, en donde se exponen temas que provocan discriminación por razón de cualquier categoría, incluso, hay un espacio interactivo en donde te narran una historia y electrónicamente contestas una serie de preguntas, para al final advertir si actuaste como intolerante. Dentro de la parte de la tolerancia se muestra nuestra realidad como país, con los grupos indígenas y el rechazo y violación que sufren a sus derechos humanos.

A pesar de saber o conocer de estos temas, el diseño del MYT y la explicación del guía, que se advierte bien documentado (aunque en algunas cuestiones no estuve de acuerdo con él en temas de contenido jurídico), deja una pedagogía que te permite internalizar las problemáticas y tener una visión distinta sobre las mismas.

Cuentan con exposiciones temporales relacionadas con el tema de los derechos humanos (yo vi uno dedicado a víctimas en nuestro país, que tendrá que actualizarse por los casos Ayotzinapa y Tlatlaya), y a la salida del museo una muestra fotográfica también respecto al tema de violación a derechos humanos, después de pasar por la tienda del museo que cuenta con souvenirs muy originales como tazas o mouse pad grabados con frases de autores conocidos, reglas en las que se enlistan los derechos de la Declaración Universal de Derechos Humanos o gomas para los niños con leyendas como “borra el bullying”. El museo tiene un espacio para los niños donde a través del juego internalizan problemas que generan intolerancia y promueven el respeto hacia los demás.

Es un museo que cualquier persona puede visitar, pero un jurista debe hacerlo porque es un acercamiento real al tema del respeto a los derechos y las consecuencias de los actos de antes ordenados por humanos en contra de humanos, por eso la parte de «Memoria» es muy importante: es saber lo que sucedió en el pasado para que las generaciones de ahora también lo conozcan, se horroricen y adviertan las consecuencias del no respeto hacia los demás por sus distintas condiciones. La idea es tener presente el pasado para evitar que el futuro se repita, sin embargo, infortunadamente se siguen presentando violaciones graves a derechos humanos en muchas partes del mundo; por una lado nos estremecemos con el Holocausto, lo criticamos, lo condenamos, pero al final, se repite la historia, que si bien no con la misma magnitud tomando en cuenta el número de víctimas que perecieron, también cierto es que el respeto a los derechos humanos no es una cuestión de grado, es decir, no se trata de violar poquito o mucho un derecho; los derechos son tales y se violan o se respetan, así, ni más ni menos, y no dependen de hacia cuántas personas fue dirigido, ni de los métodos que se hayan utilizado o del tiempo en el que se haya prolongado tal violación. Hoy, en pleno siglo XXI, con los «avances» legislativos en el tema de derechos humanos, vivimos otros «Holocaustos» porque la autoridad no respeta a las personas en sus derechos fundamentales, ni les da el trato digno que merecen, independientemente de su condición, o de si son o no miembros de grupos activistas, o delincuentes.

Además, visitar museos o apreciar el arte en cualquiera de sus formas, nos acerca, nos sensibiliza y nos presenta dimensiones de algo tan importante con lo que en la aplicación del Derecho trabajamos todos los días: las personas y sus circunstancias.

Este fin de semana largo es buena oportunidad para ir al Distrito Federal y visitar este museo (y muchos más: amo los museos), que se ubica en el centro, en Av. Juárez (frente a la Alameda y en la plaza donde también están edificios del poder judicial del Distrito Federal y la Secretaría de Relaciones Exteriores), por cierto, de la terraza del museo tienen una espléndida vista hacia el Palacio de Bellas Artes. Les dejo el enlace del sitio para mayor información.

La fotografía que les comparto se ubica en el vestíbulo principal, está conformada por la unión de muchas piezas en forma de gotas de agua: representa las lágrimas derramadas por niños víctimas.

¡Que lo disfruten y aprendan mucho!

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